EJERCICIO Y EJEMPLOS DE CUENTOS DE CIENCIA FICCIÓN
LA ESTRELLA
ARTHUR CLARKE
Hay tres mil años luz hasta el Vaticano. En otro tiempo creía que el espacio no podía alterar la fe; y lo creía al igual que consideraba fuera de duda el que los cielos cantaran la gloria de la obra de Dios. A la sazón he visto esa obra y mi fe se encuentra considerablemente minada.
Contemplo el crucifijo que pende en la pared de la cabina sobre el ordenador Mark VI y por primera vez en mi vida me pregunto si no será un símbolo vacuo.
No he hablado con nadie todavía, pero la verdad no puede ocultarse. Los datos existen para que alguien los observe, registrados como están en millas incontables de cinta magnética y miles de fotografías que llevamos de regreso a la Tierra. Otros científicos las interpretarán tan fácilmente como yo; más fácilmente, sin duda. No soy quien para simular la manipulación de la verdad que tan pésimo prestigio proporcionó a mi orden en los días pasados.
La tripulación está ya bastante deprimida; me pregunto cómo se tomarán esta última ironía. Pocos de cuantos la componen tienen una fe religiosa, y, no obstante, no se aprovecharán de este arma definitiva usándola contra mí; guerra privada, honrada pero fundamentalmente seria, que ha tenido lugar durante todo el trayecto desde que salimos de la Tierra. Era divertido tener a un jesuita de Primer Astrofísico. El doctor Chandler, por ejemplo, nunca pudo asimilarlo del todo (¿por qué serán ateos tan notorios los hombres entregados a la medicina?). A veces me encontraba ante el tablero de observación, donde las luces permanecen siempre amortiguadas y el resplandor de las estrellas con gloria inalterada. Se me acercaba entonces y se quedaba contemplando el exterior por la gran escotilla oval, mientras los cielos giraban con lentitud en torno de nosotros a medida que la nave se balanceaba de punta a punta con la escora que no nos habíamos molestado en corregir.
–Bueno, padre –acababa diciendo al final–. Esto prosigue una eternidad tras otra; acaso lo hizo Alguien. Sin embargo, ¿cómo puede creer usted que ese Alguien ha de tener un interés especial en nosotros y en nuestro miserable mundillo? Esto es lo que no puedo entender. –Comenzaba entonces la disputa, mientras las estrellas y las nebulosas giraban en derredor de nosotros en silenciosos e infinitos arcos que se abrían del otro lado del plástico de la escotilla de observación.
En mi sentir, era la aparente incongruencia de mi posición lo que, de veras, divertía a la tripulación. En vano argumentaba yo con mis tres artículos en el Diario Astrofísico y mis cinco de Noticias Mensuales de la Real Sociedad Astronómica. Les recordaba que nuestra orden había conseguido no poca fama por sus trabajos científicos. Podíamos quedar pocos ya, pero desde el siglo XVIII habíamos hecho aportes a la astronomía y la geofísica que no podían ni siquiera evaluarse.
¿Dará al traste con mil años de historia mi informe sobre la Nebulosa del Fénix? Me temo, empero, que dará al traste con muchas más cosas.
No sé quién bautizó a la nebulosa con ese nombre que tan malo me parece. Si contiene una profecía, ésta no podrá verificarse hasta dentro de mil años. Hasta la palabra «nebulosa» es equívoca, ya que el Fénix es mucho más pequeño que esas magníficas acumulaciones de gas (la materia de las estrellas nonatas) que se esparcen por toda la longitud de la Vía Láctea. En escala cósmica, por supuesto, la Nebulosa del Fénix es una cabeza de alfiler, una tenue cáscara de gas que rodea a una estrella única.
No sé quién bautizó a la nebulosa con ese nombre que tan malo me parece. Si contiene una profecía, ésta no podrá verificarse hasta dentro de mil años. Hasta la palabra «nebulosa» es equívoca, ya que el Fénix es mucho más pequeño que esas magníficas acumulaciones de gas (la materia de las estrellas nonatas) que se esparcen por toda la longitud de la Vía Láctea. En escala cósmica, por supuesto, la Nebulosa del Fénix es una cabeza de alfiler, una tenue cáscara de gas que rodea a una estrella única.
O lo que queda de esa estrella...
Mientras se alza por encima de las líneas del espectrofotómetro, la rubensiana pesadez de Loyola parece burlarse de mí. ¿Qué habrías hecho tú, Padre, con este conocimiento que me ha sobrevenido, tan alejado del pequeño mundo que era todo el universo que tú conociste?
¿Habría triunfado tu fe en la prueba, como la mía ha fallado ante ella?
Miras en la distancia, Padre, pero por mi parte he ido más allá de lo que pudieras haber imaginado cuando fundaste nuestra orden hace dos mil años. Ninguna otra nave investigadora ha ido tan lejos de la Tierra; nos encontramos en las mismísimas fronteras del universo explorado. Nos propusimos alcanzar la Nebulosa del Fénix, lo conseguimos, y regresamos con el conocimiento sobre nuestros hombros. Desearía liberar mis hombros de esa carga, pero en vano te invoco a través de los siglos y los años luz que se alzan entre nosotros.
Miras en la distancia, Padre, pero por mi parte he ido más allá de lo que pudieras haber imaginado cuando fundaste nuestra orden hace dos mil años. Ninguna otra nave investigadora ha ido tan lejos de la Tierra; nos encontramos en las mismísimas fronteras del universo explorado. Nos propusimos alcanzar la Nebulosa del Fénix, lo conseguimos, y regresamos con el conocimiento sobre nuestros hombros. Desearía liberar mis hombros de esa carga, pero en vano te invoco a través de los siglos y los años luz que se alzan entre nosotros.
Las palabras son transparentes en tu libro de reglas. AD MAIOREM DEI GLORIAM, dice el mensaje, pero se trata de un mensaje en que ya no puedo creer. ¿Habrías seguido creyendo tú de haber visto lo que hemos encontrado?
Por supuesto, sabíamos lo que era la Nebulosa del Fénix. Todos los años, sólo en nuestra galaxia explotaban más de cien estrellas, aumentando durante horas o días su fulgor en miles de veces antes de sumergirse en la muerte y la negrura. Son las novas ordinarias, las consabidas catástrofes del universo. He registrado los espectrogramas y curvas de luz de docenas de ellas desde que comencé a trabajar en el observatorio lunar.
Pero tres o cuatro veces cada mil años tiene lugar algo distinto junto a lo que hasta una nova palidece con total insignificancia.
Cuando una estrella se convierte en supernova puede, durante un breve instante, apagar el brillo de todos los soles de la galaxia. Los astrónomos chinos detectaron una en 1054 sin saber que fenómeno fue. Cinco siglos más tarde, en 1572, estalló una supernova en Casiopea con tanto brillo que fue visible a la luz del día. En los mil años transcurridos desde esa fecha han tenido lugar tres explosiones más.
Nuestra misión era visitar los restos de una catástrofe tal para reconstruir los sucesos que la habían precedido y, de ser posible, saber la causa. Nos adentramos con cautela en las capas concéntricas de gas que habían estallado tres mil años antes y que se encontraban todavía en expansión. El calor era inmenso y radiaba aún con feroz luz violeta, demasiado tenue empero para hacernos daño. Cuando la estrella explotó, sus estratos exteriores irrumpieron hacia arriba con velocidad tal que habían salido por completo de su campo de gravitación. Hoy forman un caparazón hueco tan grande que puede abarcar mil sistemas solares, rodeando lo que brilla y arde en su centro y que no es sino el objeto fantástico que es ahora la estrella: una masa blanca, más pequeña que la Tierra, pero con un peso un millón de veces mayor.
Las capas de gas brillante nos rodeaban y desvanecían la noche normal de los espacios interestelares. Volamos en el interior de una bomba cósmica que había detonado milenios atrás y cuyos fragmentos incandescentes eran todavía metralla. La inmensa escala de la explosión y el hecho que su onda expansiva hubiera alcanzado ya un volumen de espacio de muchos billones de millas, despojaba a la escena de todo movimiento perceptible. Un ojo desnudo tardaría décadas antes de captar un movimiento en las torturadas espirales de gas; sin embargo, la sensación del estallido lo dominaba todo.
Habíamos comprobado nuestra dirección primaria horas antes y nos encaminábamos despacio hacia la pequeña estrella que teníamos al frente. Había sido un sol como el nuestro en otro tiempo, pero había despilfarrado en pocas horas la energía que habría mantenido su brillo durante un millón de años. A la sazón se encontraba como un tacaño desplumado que escatimara sus recursos en un intento de reparar su pródiga juventud.
Seriamente, nadie esperaba encontrar planetas. Si alguno hubo antes de la explosión se habría convertido en ráfagas de vapor y su sustancia se habría confundido con la estructura de la estrella misma. Pese a todo investigamos rutinariamente, como siempre que nos aproximábamos a un sol desconocido, y dimos con un mundo diminuto que daba vueltas en torno de la estrella a una distancia inmensa. Tenía que haberse tratado del Plutón de aquel desvanecido sistema solar, dando vueltas en las fronteras de la noche. Demasiado lejos del sol central para haber conocido la vida, su distancia misma lo había salvado del destino que sin duda habían seguido todos sus compañeros.
Los fuegos de la explosión habían afectado su capa rocosa y quemado la costra de gas helado que en sus días lo habría cubierto. Aterrizamos y encontramos la bóveda.
Sus constructores hicieron seguramente lo mismo que habríamos hecho nosotros. La señal monolítica que se erguía sobre la entrada era a la sazón una masa fundida, pero desde que tomamos las primeras fotografías desde lejos supimos que aquello había sido obra de la inteligencia. Poco después detectamos la capa de radiactividad que había quedado enterrada en la roca. Aún cuando el pilón que descollaba sobre la Bóveda hubiera sido destruido, esta capa habría permanecido, inmóvil, pero como faro eterno que llamaba a las estrellas. Nuestra nave descendió hacia aquel gigantesco ojo de buey como una flecha corre hacia la diana.
Sus constructores hicieron seguramente lo mismo que habríamos hecho nosotros. La señal monolítica que se erguía sobre la entrada era a la sazón una masa fundida, pero desde que tomamos las primeras fotografías desde lejos supimos que aquello había sido obra de la inteligencia. Poco después detectamos la capa de radiactividad que había quedado enterrada en la roca. Aún cuando el pilón que descollaba sobre la Bóveda hubiera sido destruido, esta capa habría permanecido, inmóvil, pero como faro eterno que llamaba a las estrellas. Nuestra nave descendió hacia aquel gigantesco ojo de buey como una flecha corre hacia la diana.
El pilón debió alcanzar una milla de altura cuando fue construido, pero a la sazón parecía un cabo de vela que hubiera sido derretido y convertido en amasijo de cera. Nos costó una semana pasar por la capa rocosa fundida, ya que no teníamos las herramientas apropiadas para el caso. Nuestro programa original fue dejado de lado; aquel monumento solitario, que hablaba de un trabajo realizado a una distancia tan grande del sol destruido, sólo podía tener un sentido. Una civilización que supo cercana su muerte había alzado su último adiós a la inmortalidad.
Habríamos tardado generaciones enteras en examinar todos los tesoros que encontramos en la Bóveda. Ellos tuvieron mucho tiempo para prepararla, ya que el sol debió dar sus primeros avisos muchos años antes de la explosión final. Todo lo que quisieron preservar, todos los frutos de su genio, lo llevaron hasta aquel mundo distante en los días que precedieron al fin, esperando que cualquier otra raza los encontrara y no hiciera caso omiso de ellos.
¡Si hubieran tenido un poco más de tiempo! Podían viajar con soltura de un planeta a otro, pero todavía no habían aprendido a salvar los golfos interestelares; y el sistema solar más cercano se encontraba a cien años luz de distancia.
Aun cuando no hubieran sido tan intranquilizadoramente humanos como mostraban sus esculturas, no hubiéramos podido menos que admirarlos y lamentar su destino. Dejaron miles de registros visuales y máquinas para proyectarlos, junto con elaboradas instrucciones gráficas de las que no resultaba difícil deducir su lenguaje escrito. Examinamos muchos de aquellos registros y revivimos con ellos por vez primera, en seis mil años, la calidez y hermosura de una civilización que tuvo que ser superior a la nuestra de muchas maneras.
Acaso habían dejado memoria sólo de lo mejor. Pero sus mundos eran encantadores y sus ciudades habían sido construidas con una gracia que se relacionaba con la de cualquiera de las nuestras. Las contemplamos en pleno funcionamiento y escuchamos su habla musical a través de las centurias. Recuerdo todavía una viva escena: un grupo de niños en un banco de extraña arena azul jugaban con las olas como los niños juegan en la Tierra.
Y hundiéndose en el horizonte, todavía cálido, amable y vitalizador, se encontraba aquel sol que pronto habría de trocarse en traidor y de olvidarse de toda aquella felicidad inocente.
Posiblemente, de no haber estado tan lejos de la Tierra y de no habernos encontrado por ende tan propensos a la soledad, no nos habríamos conmovido tanto. Muchos habíamos visto ruinas de antiguas civilizaciones en otros mundos, pero nunca nos habían afectado tan profundamente.
Y hundiéndose en el horizonte, todavía cálido, amable y vitalizador, se encontraba aquel sol que pronto habría de trocarse en traidor y de olvidarse de toda aquella felicidad inocente.
Posiblemente, de no haber estado tan lejos de la Tierra y de no habernos encontrado por ende tan propensos a la soledad, no nos habríamos conmovido tanto. Muchos habíamos visto ruinas de antiguas civilizaciones en otros mundos, pero nunca nos habían afectado tan profundamente.
La tragedia era única. Para una raza, sucumbir y decaer era una cosa, como las naciones y las culturas habían hecho en la Tierra. Pero ser destruida tan completamente en pleno florecimiento, sin dejar supervivientes... ¿cómo podía conciliarse ello con la misericordia de Dios?
Mis colegas me preguntaron esto y les di las respuestas que supe. Acaso tú lo habrías hecho mejor, Pader Loyola, pero nada he encontrado en los Ejercicios Espirituales que pueda servirme. No habían sido malvados; no sé a qué dioses adoraban, si acaso adoraban a alguno. Pero los he visto después de muchos siglos y he contemplado durante largos instantes el empeño que pusieron en su último esfuerzo por preservarse mientras ese empeño era iluminado por el sol que estaba amenazado.
Sé las respuestas que me darán mis colegas cuando regrese a la Tierra. Dirán que el universo no tiene propósito ni plan, puesto que cada año explotan cien soles, en este mismo instante hay una raza en algún lugar del espacio que se encuentra en trance de extinción. Tanto si ha obrado bien como si ha obrado mal en el curso de su existencia, ello no cuenta a la hora definitiva; no hay justicia divina porque no hay Dios.
No obstante, por supuesto, cuanto hemos visto no prueba nada. Quien argumentase así estaría sometido a las leyes de la emoción, no de la lógica. Dios no necesita justificar sus actos ante los hombres. Aquel que hizo el universo puede destruirlo cuando quiera. Es una arrogancia –peligrosamente próxima a la blasfemia– el decir lo que puede y no puede hacer.
A pesar de los mundos y las civilizaciones incluidas en esta consideración, podría haber aceptado este razonamiento. Pero hay un punto en el que la fe más profunda se resquebraja y, a la sazón, una vez hechos mis cálculos, he alcanzado ese punto.
Antes de llegar a la nebulosa nos era imposible decir cuándo se había producido la explosión. No obstante, a la sazón, gracias a la evidencia astronómica y a los registros encontrados en el planeta superviviente, he podido fechar la catástrofe con precisión. Sé en qué año llegó a la Tierra la luz despedida por aquel estruendo colosal. Sé con qué brillantez lució en los cielos terrestres la supernova cuyo cadáver relampagueaba mortecinamente tras nuestra nave. Sé también lo que ocasionó un resplandor a poca altura, antes del alba, brillando como un faro en el oriente.
Antes de llegar a la nebulosa nos era imposible decir cuándo se había producido la explosión. No obstante, a la sazón, gracias a la evidencia astronómica y a los registros encontrados en el planeta superviviente, he podido fechar la catástrofe con precisión. Sé en qué año llegó a la Tierra la luz despedida por aquel estruendo colosal. Sé con qué brillantez lució en los cielos terrestres la supernova cuyo cadáver relampagueaba mortecinamente tras nuestra nave. Sé también lo que ocasionó un resplandor a poca altura, antes del alba, brillando como un faro en el oriente.
Razonablemente no puede haber dudas; el viejo misterio está resuelto por fin. Sin embargo... Señor, había tantas estrellas que pudiste haber usado...
¿Qué necesidad había de llevar a aquellas gentes a la destrucción y que el signo de su aniquilación resplandeciese sobre Belén?
Hijo de las estrellas
Faltaba muy poco para el momento, ese momento que lo revelaría todo, el porqué de las cosas, el porqué de todo lo que con obsesión había soñado. Una vez más se apoderan de ella sensaciones extrañas así como las extrañas ideas de tono obsesivo que cada vez son más sin sentido, le preocupa su feminidad y vuelve a sentir incertidumbre tanto por ella como por el mundo.
En el instante siguiente abre sus ojos y se desplaza por las frías partes de su cama que no sintieron su calor en toda la noche, hace frío pero su cuerpo suda por lo que está a punto de pasar. En lo más bajo de su cama una ráfaga de aire cálido de la ciudad entra por la apertura que da entre sus sábanas y sus pies y la excitación se apodera de ella.
No siente la puerta pero sí el viento que se hace más denso, un olor extraño pero intenso se apodera del ambiente y se da cuenta de que el momento ha llegado, todo lo que está esperando está a nada de pasar, quien se detiene frente a ella manipula lo que siente como a un títere su titiritero, uno que además es experto en lo que hace y a ella le encanta.
El aire ya se puede palpar, ya es denso y todo se vuelve plateado gracias al resplandor de la luna en la ventana más alejada de la habitación. La belleza del individuo que la flanquea por ambos costados se puede apreciar nada más con ver su torso perfecto, además su cabellera dorada lo hace una ilusión única.
Entregarse ante aquello en evidentemente fácil, no hay mucho que se pueda hacer para detener el vendaval que entra en cuerpo y al contrario de querer buscar una salida en él, se apodera de todo su ser y la hace bailar cual ángeles el cielo o diablillos en el inframundo. La música no es tal, solo es una melodía entendible para ella y para su autor.
El placer está en cada una de las células que la conforman, desde la punta de sus pies hasta su cabello están completamente excitados, los músculo están tensos, más tensos, las manos buscan una posadera en la gran espalda que la aprieta a la cama, las yemas de los dedos no consiguen nada en qué aguantarse pero la sola sensación de poder acariciar tal espectáculo la llena aún más de satisfacción.
El balanceo parece interminable, pero nadie quiere que se termine, gracias a Dios por tanto placer y por hacerlo tan y tan placentero, ninguna palabra sale de la boca de nadie en la habitación, la almohada se llena de agua salada proveniente de ambos cuerpos y todo está a punto de culminar en la cúspide del mundo, eran rey y reina en su gran trono a la luz de la luna.
Así como un temblor la montaña plateada se balancea fuera de su suelo húmedo y yace a su lado con una sonrisa cual estrellas en medio de la luna, todo ha terminado, ahora que se acabe el mundo.
Faltaba muy poco para el momento, ese momento que lo revelaría todo, el porqué de las cosas, el porqué de todo lo que con obsesión había soñado. Una vez más se apoderan de ella sensaciones extrañas así como las extrañas ideas de tono obsesivo que cada vez son más sin sentido, le preocupa su feminidad y vuelve a sentir incertidumbre tanto por ella como por el mundo.
En el instante siguiente abre sus ojos y se desplaza por las frías partes de su cama que no sintieron su calor en toda la noche, hace frío pero su cuerpo suda por lo que está a punto de pasar. En lo más bajo de su cama una ráfaga de aire cálido de la ciudad entra por la apertura que da entre sus sábanas y sus pies y la excitación se apodera de ella.
No siente la puerta pero sí el viento que se hace más denso, un olor extraño pero intenso se apodera del ambiente y se da cuenta de que el momento ha llegado, todo lo que está esperando está a nada de pasar, quien se detiene frente a ella manipula lo que siente como a un títere su titiritero, uno que además es experto en lo que hace y a ella le encanta.
El aire ya se puede palpar, ya es denso y todo se vuelve plateado gracias al resplandor de la luna en la ventana más alejada de la habitación. La belleza del individuo que la flanquea por ambos costados se puede apreciar nada más con ver su torso perfecto, además su cabellera dorada lo hace una ilusión única.
Entregarse ante aquello en evidentemente fácil, no hay mucho que se pueda hacer para detener el vendaval que entra en cuerpo y al contrario de querer buscar una salida en él, se apodera de todo su ser y la hace bailar cual ángeles el cielo o diablillos en el inframundo. La música no es tal, solo es una melodía entendible para ella y para su autor.
El placer está en cada una de las células que la conforman, desde la punta de sus pies hasta su cabello están completamente excitados, los músculo están tensos, más tensos, las manos buscan una posadera en la gran espalda que la aprieta a la cama, las yemas de los dedos no consiguen nada en qué aguantarse pero la sola sensación de poder acariciar tal espectáculo la llena aún más de satisfacción.
El balanceo parece interminable, pero nadie quiere que se termine, gracias a Dios por tanto placer y por hacerlo tan y tan placentero, ninguna palabra sale de la boca de nadie en la habitación, la almohada se llena de agua salada proveniente de ambos cuerpos y todo está a punto de culminar en la cúspide del mundo, eran rey y reina en su gran trono a la luz de la luna.
Así como un temblor la montaña plateada se balancea fuera de su suelo húmedo y yace a su lado con una sonrisa cual estrellas en medio de la luna, todo ha terminado, ahora que se acabe el mundo.
Interrogando a un extraterrestre
La guerra había comenzado, la invasión alienígena empezó hace pocos días y la humanidad está cayendo como moscas ante una tecnología bélica muy superior, no obstante la resistencia militar está en su mejor momento, aunque pocos enemigos han caída ya han comenzado a caer y eso era digno de ser celebrado.
Los extraterrestres tomaron primero el control de las bombas nucleares y según la inteligencia las habían desarmado y destruido de forma rápida y eficiente, eso no dijo que no querían acabar con el planeta, su poder de propaganda no dejaba en claro que iban por nosotros, que éramos su objetivo y que además poco podíamos hacer para detener nuestra extinción.
Pero para nada me rendiría, en mi batallón estaban solo 22 militares incluyéndome un 13 civiles dispuestos a seguir órdenes y combatir a los invasores, nadie del equipo ha caído todavía y hemos fortificado varias posiciones desde donde hemos logrado un contraataque efectivo.
Linda, la mejor agente de contrainteligencia que conocí en mi vida militar quería hablar conmigo desde hacía horas, pero estaba ayudando al apotecario en todo lo que podía, cada uno de los “soldados” era imprescindible para la defensa y no podía darme el lujo de dejar morir a ninguno.
Por fin tengo a Linda en lo que se supone que es la oficina de mando, una habitación con un escritorio amarillo roído con un par de sillas de cada lado rodeado de estantes llenos de libros, en el suelo estaban las armas que estaba reconstruyendo desde hacía un par de semanas y la ración de agua y comida que teníamos que valorar si queríamos dedicarnos a combatir y no a buscar suministros.
Al entrar Linda habló sin tapujos, como era su costumbre – Capitán Rojas, necesitamos hacernos con uno extraterrestre para saber qué es lo que quieren, debemos interrogarlos, sabemos que conocen nuestro idioma e intentan asustarnos con propaganda a lo Goebbels. – Entiendo Linda pero pondríamos al descubierto nuestra posición y eso es algo que nos ha mantenido con vida.
Linda se acercó a muy pocos centímetros de mí y noté su desesperación – Soy la persona con más rango en esta casucha y no tendría por qué darte alguna explicación, sin embargo lo haré porque no quiero que el batallón de disgregue, nos queda comida para 45 días, en 22 días encontrarán esta ubicación, y los cuatro días siguientes encontrarán las demás, no podemos vencerlos cuerpo a cuerpo, según mis cálculos y nunca fallo tenemos 35 días de vida máximo si no hacemos nada más de lo que hoy estamos haciendo y eso con mucha suerte.
Vi en sus ojos que hablaba la experta, la persona que tanto admiraban en la agencia y decidí acatar la orden directa de un superior, no por su rango sino por su sabiduría en combate.
Perdimos a siete de nuestro batallón, dos bombarderos y la casa en donde estábamos, pero frente a nosotros teníamos a un enemigo amarrado a la silla. Antes de que cualquiera de nosotros hablara el engendro del espacio habló con una voz tan calmada que parecía burlona – Sé lo que quieren saber y se los diré, también sé que moriré por hacerlo, pero nada de eso importa, ya todos están muertos: mi raza los creó a ustedes como un experimento de la perfección y le hemos dado varios milenios para que se valgan por ustedes mismos, pero ustedes se han convertido en una plaga y así como somos sus creadores seremos sus exterminadores, no hay nada que puedan hacer, solo prepararse para morir.
La guerra había comenzado, la invasión alienígena empezó hace pocos días y la humanidad está cayendo como moscas ante una tecnología bélica muy superior, no obstante la resistencia militar está en su mejor momento, aunque pocos enemigos han caída ya han comenzado a caer y eso era digno de ser celebrado.
Los extraterrestres tomaron primero el control de las bombas nucleares y según la inteligencia las habían desarmado y destruido de forma rápida y eficiente, eso no dijo que no querían acabar con el planeta, su poder de propaganda no dejaba en claro que iban por nosotros, que éramos su objetivo y que además poco podíamos hacer para detener nuestra extinción.
Pero para nada me rendiría, en mi batallón estaban solo 22 militares incluyéndome un 13 civiles dispuestos a seguir órdenes y combatir a los invasores, nadie del equipo ha caído todavía y hemos fortificado varias posiciones desde donde hemos logrado un contraataque efectivo.
Linda, la mejor agente de contrainteligencia que conocí en mi vida militar quería hablar conmigo desde hacía horas, pero estaba ayudando al apotecario en todo lo que podía, cada uno de los “soldados” era imprescindible para la defensa y no podía darme el lujo de dejar morir a ninguno.
Por fin tengo a Linda en lo que se supone que es la oficina de mando, una habitación con un escritorio amarillo roído con un par de sillas de cada lado rodeado de estantes llenos de libros, en el suelo estaban las armas que estaba reconstruyendo desde hacía un par de semanas y la ración de agua y comida que teníamos que valorar si queríamos dedicarnos a combatir y no a buscar suministros.
Al entrar Linda habló sin tapujos, como era su costumbre – Capitán Rojas, necesitamos hacernos con uno extraterrestre para saber qué es lo que quieren, debemos interrogarlos, sabemos que conocen nuestro idioma e intentan asustarnos con propaganda a lo Goebbels. – Entiendo Linda pero pondríamos al descubierto nuestra posición y eso es algo que nos ha mantenido con vida.
Linda se acercó a muy pocos centímetros de mí y noté su desesperación – Soy la persona con más rango en esta casucha y no tendría por qué darte alguna explicación, sin embargo lo haré porque no quiero que el batallón de disgregue, nos queda comida para 45 días, en 22 días encontrarán esta ubicación, y los cuatro días siguientes encontrarán las demás, no podemos vencerlos cuerpo a cuerpo, según mis cálculos y nunca fallo tenemos 35 días de vida máximo si no hacemos nada más de lo que hoy estamos haciendo y eso con mucha suerte.
Vi en sus ojos que hablaba la experta, la persona que tanto admiraban en la agencia y decidí acatar la orden directa de un superior, no por su rango sino por su sabiduría en combate.
Perdimos a siete de nuestro batallón, dos bombarderos y la casa en donde estábamos, pero frente a nosotros teníamos a un enemigo amarrado a la silla. Antes de que cualquiera de nosotros hablara el engendro del espacio habló con una voz tan calmada que parecía burlona – Sé lo que quieren saber y se los diré, también sé que moriré por hacerlo, pero nada de eso importa, ya todos están muertos: mi raza los creó a ustedes como un experimento de la perfección y le hemos dado varios milenios para que se valgan por ustedes mismos, pero ustedes se han convertido en una plaga y así como somos sus creadores seremos sus exterminadores, no hay nada que puedan hacer, solo prepararse para morir.
Robbie
Una empresa de robótica está fabricando robots mucho más avanzados, su nombre es U.S. Robots y generalmente los hacía sin voz hasta que creó una nueva versión para distribuir en las casas y ayudar con las tareas domésticas y demás. Así es como se creó Robbie que es el robot de una niña llamada Gloria, no solamente es un robot inofensivo, sino que también es su niñera y mejor amigo. La máquina cuida de la niña, la ayuda en todas las cosas que necesita y siempre está presente para cualquier cosa que necesite, pero su madre está enojada con esta situación porque las personas ya están comentando que ella es criada por un robot y que sus padres no son capaces de cuidarla.
Gloria quiere a su robot más que a nada en el mundo, más que a sus padres porque es quien realmente la criaba, pero su madre quiere sacarlo para siempre de su vida y lo consigue porque el padre, quien no está de acuerdo, tiene un carácter muy débil y se deja influenciar por todas las cosas que su mujer dice sin poder contradecir.
Dejan a Robbie con sus creadores y siguen su vida, para que la niña se olvide y deje de lado la depresión viajan por todo el mundo, pero ella en todos lados lo busca y pregunta con él, piensa que tal vez lo vuelva a ver algún día.
Una tarde, cansados los padres de no poder hacer que su hija olvide a la máquina que la cuidaba, la llevaron a la central de U.S. Robots para que vea cómo es que arman a los robots y que se dé cuenta de que no tienen nada que ver con los humanos, por eso ella debe tener amigos de verdad y no de metal. Estando en la central pasó algo milagroso, la niña encuentra nuevamente a su amigo Robbie y se lanza directamente a sus brazos, pero no se dio cuenta que en el camino venía muy rápido un tractor que acabaría con su vida. Sin embargo, sus padres miran espantados lo que ocurre porque son muy lentos para salvarla, también los guardias del lugar, pero su amigo Robbie si la puede salvar y se tira encima para que ella pueda vivir, así es como la sostiene en sus brazos y ambos terminan ilesos, luego de tal hazaña se dan cuenta los padres de que no es algo malo que su hija tenga un amigo robot capaz de dar la vida por ella y lo traen de nuevo a su cotidianidad.
EJERCICIO: lee el cuento "Una curva distinta" y contesta lo que se te pide.
Una curva distinta
Era el año 3025. En
" La isla", la naturaleza ya no existía. La flora, la fauna,
los recursos minerales, las bacterias y hasta los virus eran
artificiales. El único ser vivo era el ser humano.
Las mentes de los individuos eran todas iguales. Todos pensaban lo mismo,
tenían las mismas opiniones y tomaban las mismas decisiones. No había
discusiones ni peleas. Las personas poseían los mismos talentos y las
mismas habilidades. Nadie sobresalía ni en la literatura, ni en las
Matemáticas, ni en la Medicina... Todos sabían lo mismo. No había
que preocuparse por hacer lo necesario para vivir, porque las maquinas se
encargaban de todo.
¿Qué hacían, entonces, los seres
humanos? Tan pronto uno de ellos tenía un deseo, un chip electrónico
(instalado en cada cerebro desde el nacimiento de las personas) enviaba una
señal a una maquina central, que decidía si permitía el deseo. Por ejemplo,
si una persona deseaba comenzar a bailar, y la maquina central lo permitía,
todos los humanos comenzaban a bailar a la vez. En caso de que las
personas desearan cosas distintas, la maquina solo permitía una, para que no
hubiera desorden. Por lo tanto, solo la maquina decidía que se hacía y
cuando.
Un día, mientras todos en conjunto
pintaban un cuadro con las mismas líneas y los mismos colores, una joven tiro
una curva distinta y hasta añadió un color diferente. Sus manos corrían
al compás de sus sentimientos y sus deseos. Las ideas iban directamente de
su cabeza al papel. Entonces, la maquina central entendió que había un
mal funcionamiento en el chip de la joven.
El dibujo de Rebeca podía alterar la
armonía de "La isla", si lograba despertar la curiosidad de los
demás. El mundo conocido terminaría. Más allá, quien sabe que les
aguardaría...
Comprendo el texto
A. Escribe donde ocurre la acción
y cuando.
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______________________________________________________________________________
B. Marca la oración que expresa lo más
importante de "La isla"
____1. Rebeca acostumbra a
compartir y pintar con las demás personas.
____2. Una gran maquina controla
la mente de todos los seres humanos.
____3. La flora, la fauna, los
minerales, las bacterias, y los virus eran artificiales.
C. Subraya en el texto el punto
culminante (clímax).
D. Señala en el texto el planteamiento,
nudo y desenlace.
- Contesta:
¿Quiénes son los personajes?
Descríbelos.
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¿Cuál es el tipo de narrador que se
hace presente en el cuento?
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¿Cuál es el tipo de desenlace?
Justifica tu respuesta.
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¿Qué crees que ocurrió con Rebeca al
final?
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Explica por qué es un cuento de ciencia
ficción.
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D. Lee las siguientes
oraciones. Luego, escribe tu opinión en un párrafo, y compártela con tus
compañeros.
- Para
vivir en armonía, todos debemos pensar y sentir igual. De esa
manera, se evitan los desacuerdos, las discusiones, las peleas y las
guerras.
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Una empresa de robótica está fabricando robots mucho más avanzados, su nombre es U.S. Robots y generalmente los hacía sin voz hasta que creó una nueva versión para distribuir en las casas y ayudar con las tareas domésticas y demás. Así es como se creó Robbie que es el robot de una niña llamada Gloria, no solamente es un robot inofensivo, sino que también es su niñera y mejor amigo. La máquina cuida de la niña, la ayuda en todas las cosas que necesita y siempre está presente para cualquier cosa que necesite, pero su madre está enojada con esta situación porque las personas ya están comentando que ella es criada por un robot y que sus padres no son capaces de cuidarla.
Gloria quiere a su robot más que a nada en el mundo, más que a sus padres porque es quien realmente la criaba, pero su madre quiere sacarlo para siempre de su vida y lo consigue porque el padre, quien no está de acuerdo, tiene un carácter muy débil y se deja influenciar por todas las cosas que su mujer dice sin poder contradecir.
Dejan a Robbie con sus creadores y siguen su vida, para que la niña se olvide y deje de lado la depresión viajan por todo el mundo, pero ella en todos lados lo busca y pregunta con él, piensa que tal vez lo vuelva a ver algún día.
Una tarde, cansados los padres de no poder hacer que su hija olvide a la máquina que la cuidaba, la llevaron a la central de U.S. Robots para que vea cómo es que arman a los robots y que se dé cuenta de que no tienen nada que ver con los humanos, por eso ella debe tener amigos de verdad y no de metal. Estando en la central pasó algo milagroso, la niña encuentra nuevamente a su amigo Robbie y se lanza directamente a sus brazos, pero no se dio cuenta que en el camino venía muy rápido un tractor que acabaría con su vida. Sin embargo, sus padres miran espantados lo que ocurre porque son muy lentos para salvarla, también los guardias del lugar, pero su amigo Robbie si la puede salvar y se tira encima para que ella pueda vivir, así es como la sostiene en sus brazos y ambos terminan ilesos, luego de tal hazaña se dan cuenta los padres de que no es algo malo que su hija tenga un amigo robot capaz de dar la vida por ella y lo traen de nuevo a su cotidianidad.
EJERCICIO: lee el cuento "Una curva distinta" y contesta lo que se te pide.
Una curva distinta
Era el año 3025. En
" La isla", la naturaleza ya no existía. La flora, la fauna,
los recursos minerales, las bacterias y hasta los virus eran
artificiales. El único ser vivo era el ser humano.
Las mentes de los individuos eran todas iguales. Todos pensaban lo mismo,
tenían las mismas opiniones y tomaban las mismas decisiones. No había
discusiones ni peleas. Las personas poseían los mismos talentos y las
mismas habilidades. Nadie sobresalía ni en la literatura, ni en las
Matemáticas, ni en la Medicina... Todos sabían lo mismo. No había
que preocuparse por hacer lo necesario para vivir, porque las maquinas se
encargaban de todo.
¿Qué hacían, entonces, los seres
humanos? Tan pronto uno de ellos tenía un deseo, un chip electrónico
(instalado en cada cerebro desde el nacimiento de las personas) enviaba una
señal a una maquina central, que decidía si permitía el deseo. Por ejemplo,
si una persona deseaba comenzar a bailar, y la maquina central lo permitía,
todos los humanos comenzaban a bailar a la vez. En caso de que las
personas desearan cosas distintas, la maquina solo permitía una, para que no
hubiera desorden. Por lo tanto, solo la maquina decidía que se hacía y
cuando.
Un día, mientras todos en conjunto
pintaban un cuadro con las mismas líneas y los mismos colores, una joven tiro
una curva distinta y hasta añadió un color diferente. Sus manos corrían
al compás de sus sentimientos y sus deseos. Las ideas iban directamente de
su cabeza al papel. Entonces, la maquina central entendió que había un
mal funcionamiento en el chip de la joven.
El dibujo de Rebeca podía alterar la
armonía de "La isla", si lograba despertar la curiosidad de los
demás. El mundo conocido terminaría. Más allá, quien sabe que les
aguardaría...
Comprendo el texto
A. Escribe donde ocurre la acción
y cuando.
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B. Marca la oración que expresa lo más
importante de "La isla"
____1. Rebeca acostumbra a
compartir y pintar con las demás personas.
____2. Una gran maquina controla
la mente de todos los seres humanos.
____3. La flora, la fauna, los
minerales, las bacterias, y los virus eran artificiales.
C. Subraya en el texto el punto
culminante (clímax).
D. Señala en el texto el planteamiento,
nudo y desenlace.
- Contesta:
¿Quiénes son los personajes?
Descríbelos.
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¿Cuál es el tipo de narrador que se
hace presente en el cuento?
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¿Cuál es el tipo de desenlace?
Justifica tu respuesta.
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¿Qué crees que ocurrió con Rebeca al
final?
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Explica por qué es un cuento de ciencia
ficción.
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D. Lee las siguientes
oraciones. Luego, escribe tu opinión en un párrafo, y compártela con tus
compañeros.
- Para
vivir en armonía, todos debemos pensar y sentir igual. De esa
manera, se evitan los desacuerdos, las discusiones, las peleas y las
guerras.
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